martes, septiembre 14, 2010

Cuando los extremos se tocan

Buenos Aires Económico

Por Juan Von Zeschau y Mariano Montes

Cuando los extremos se tocan


13-09-2010 / Resulta ejemplificador presenciar cada tanto en la realidad política argentina, una situación en la que el accionar de la izquierda termina ofreciéndole una vía de escape a la derecha más reaccionaria. Veámoslo por partes.

Hace unas semanas comenzó en la Ciudad de Buenos Aires una serie de tomas de escuelas secundarias que, como efecto dominó, se fueron extendiendo por decenas de establecimientos. En una muestra de reclamo de la base estudiantil, autoconvocada y espontánea, se demandó por condiciones dignas de cursada, en edificios que año tras año se van deteriorando.

Días atrás, sin embargo, escuchamos cómo cierta dirigencia de la Facultad de Ciencias Sociales denunciaba que se habían caído unas planchas de vidrio en la sede de Marcelo T. de Alvear. Por tal accidente se decidía la toma de la Facultad de Sociales, que provocó las tomas –en apoyo– de las facultades de Filosofía y Letras y de Ingeniería. En estos días, por otro lado, el titular de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), declaró frente a los diarios dominantes, intentándole dar al conflicto una perspectiva nacional.

Pero, ¿por qué justo en este momento la toma de la Facultad de Sociales y no dos meses antes? Es difícil entender las razones de que algunas agrupaciones de izquierda estudiantil intenten potenciar la demanda de los secundarios pero dando el puntapié para nacionalizar la cuestión. Las tomas de las escuelas de la Ciudad y las tomas de un puñado de sedes de la UBA no tienen paralelismo, sobre la base de varios aspectos.

En primer lugar, el punto de partida no es el mismo. Las acciones de los estudiantes secundarios responden, como un reflejo, a la desinversión cada vez mayor del Gobierno de la Ciudad en educación. Desoyendo sus discursos de campaña, la administración de PRO ha logrado no sólo mantener las condiciones paupérrimas de las escuelas públicas, sino también perjudicarlas aún más. Durante los primeros seis meses del año, el gobierno de Macri sólo ejecutó el 4,5% del presupuesto asignado a la infraestructura escolar, redujo las becas estudiantiles, criminalizó la protesta de los alumnos e incluso esbozó cierta intención de confeccionar listas negras con aquellos estudiantes que intervenían en los reclamos.

Por el contrario, la política educativa del Estado nacional desde el 2003 muestra otros indicadores: 6% de inversión en educación del total del PBI para el 2010, aumento del presupuesto universitario en un 172% (sólo en los primeros cuatro años de gestión), los salarios promedio de los docentes universitarios aumentaron hasta un 200% en todo el período y el Programa de Apoyo al Desarrollo de la Infraestructura Universitaria ha finalizado más de setenta obras, mientras muchísimas otras se encuentran en ejecución. Hace más de siete años la UBA iba en un camino lento pero inexorable hacia la privatización, y hoy el Estado nacional aumenta el presupuesto universitario año tras año, construyéndole edificios a todas las facultades que los necesitan. Todas son muestras elocuentes de un claro interés por reposicionar a la educación pública nacional en un lugar de privilegio que nunca debió ceder.

Analizando estos datos, se acentúan aún más las diferencias entre la administración nacional y la de la Ciudad, enmarcadas a su vez por diferentes paradigmas del rol que debe tener el Estado. A veces parece redundante remarcar estas cuestiones, pero en este caso es sumamente necesario para evitar el siempre dañino e irresponsable “son todos lo mismo”.

En segundo término, y yendo a cuestiones específicas del conflicto, la toma de la Facultad de Ciencias Sociales no responde a una reivindicación netamente edilicia. Todos los que alguna vez cursamos en esas sedes reconocemos que hay muchas cosas que se pueden arreglar, mejorar o cambiar. Es cierto que las condiciones de cursada están lejos de colaborar con una educación pública de excelencia, que sería óptimo contar con un boleto estudiantil universitario, mayor cantidad de becas para los estudiantes o rentas para los docentes ad honórem.

No obstante, no es el punto central de las agrupaciones estudiantiles que encabezaron la toma discutir sobre temas estratégicos, sino tratar de aprovechar la fuerte instalación en la agenda mediática que tuvieron las tomas en la Ciudad para intentar “subirse a la ola” y poder ganar minutos en las cámaras o párrafos en letra de molde que les den visibilidad a sus organizaciones políticas por fuera de los claustros universitarios. Como se vieron sobrepasados por el ímpetu de los estudiantes secundarios no pueden darse el lujo de dejar pasar el tren otra vez.

El tercer punto, y más importante, el reclamo estudiantil de una mejora edilicia, fue escuchado hace varios años. A pesar de los extensos plazos administrativos, la Sede Única de la Facultad de Ciencias Sociales está en el segundo tramo de su construcción, y sólo falta realizarle obras menores. En la actualidad puede verse el edificio en la calle Santiago del Estero, en pleno barrio de Constitución y cualquiera puede darse cuenta del salto cualitativo en cuanto a lo moderno de las instalaciones.

La sede pretende albergar a la totalidad de los alumnos de la Facultad de Sociales bajo condiciones dignas y seguras de cursada. Este hecho irrefutable impacta fuertemente sobre la veracidad de las principales demandas de quienes impulsan la toma de la facultad. Teniendo en cuenta que la Facultad de Filosofía y Letras sólo realizó la toma de su sede por “solidaridad” a las demandas de Sociales, las causas de ambas acciones se terminan diluyendo frente a argumentos sólidos.

De esta manera, no sorprende que ciertos medios de comunicación no profundicen en los matices de las modalidades de la toma. Una nacionalización de la temática, es una herramienta eficaz para relativizar las protestas de los alumnos secundarios de la Ciudad de Buenos Aires, restándole importancia, o relegando el foco que deberíamos poner sobre los grandes déficits de la gestión macrista, cuyo paroxismo lo vemos en la educación pública. Por eso, cualquier maniobra aislada de un grupo de estudiantes de la UBA va a ser rescatada como punta de lanza por encima de la toma de decenas de escuelas de la Ciudad. Bajo este lente, es reveladora la nota de varios párrafos que le dedicaron al titular de la FUBA.

Cuando agrupaciones de izquierda le tienden un salvavidas a un gobierno de derecha –contra sus intenciones, no hay dudas de ello–, parece que los extremos se tocaran. ¿Es todo lo mismo? ¿Hay un paralelo entre las políticas educativas de la Ciudad y de la Nación? ¿Las tomas de los secundarios responden a los mismos intereses que las tomas de las sedes universitarias? A nuestra humilde opinión, la respuesta a todos estos interrogantes es un rotundo no.

Mariano Montes es consejero por Graduados del consejo directivo de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA
Juan Von Zeschau es consejero por Graduados de la Junta de la Carrera de Ciencia Política


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